simon_pedestal

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viernes, 23 de noviembre de 2012

La madeja y el do: Apocalipsis de lo sevillanio.


Cubierta no oficial de la re-edición no autorizada de La madeja y el do (Ediciones El Estili(s)ta) [O de cómo si el Rey San Fernando levanta la cabeza y ve el panorama, le pega unos buenos espadazos al NO del NO8DO]

Sepan que barajamos, al menos, tres subtítulos posibles para esta reseña: -El apocalipsis de lo sevillanio (finalmente el elegido) -La Sevilla usurpada (quedaba demasiado solemne) -Si el Santo levantara la cabeza (de chirigota de las buenas)

En Ediciones El Estili(s)ta hemos decidido lanzar esta re-edición no autorizada de La madeja y el Do, aprovechando hoy la solemne festividad del día de San Clemente. Este 23 de Noviembre de 2012, como aquel otro 23 de Noviembre de 1248 de hace ya 764 años, en el que capitulaba la Isbilia musulmana ante las tropas conquistadoras del rey cristiano Fernando III.

A Jean Christophe García-Baquero Lavezzi lo primero que hay que decirle es que es un valiente (por algo tiene un antepasado torero). La madeja y el do era su primer libro, y con él no tenía mucho afán de agradar al personal precisamente, sino más bien todo lo contrario. Y le dio un intencionado sentido a su obra, hace ya algunos añitos, para mostrarnos la insoportable decadencia en la que está estancada la ciudad de Sevilla y que también, de alguna forma u otra, nos impregna a todos sus habitantes. A esto lo llamó "tedio", para ser benévolo con sus paisanos y no darnos demasiada caña. Su libro está configurado con capítulos independientes y paralelos donde se narran dos historias, pero además, entre estas historias está intercalada una épica crónica de la conquista de Sevilla por parte de las tropas cristianas en aquel año de 1248. Así, de la neblina del río que envuelve el campamento del rey santo y de la tensa calma que antecede al ataque, pasamos a los aburrimientos existenciales de sus dos protagonistas masculinos, que deambulan por las calles de una ciudad tranquila, abandonada en parte por sus habitantes que han aprovechado los primeros días de verano para marcharse a las playas.
He de decir que devoré este libro de una sentada y que me vi, para bien y para mal, reflejado en muchas de sus páginas, donde describía de forma honesta los monótonos días de una generación de jóvenes sevillanos que compartimos ciudad y algunas otras cosas en común.

Porque cuando los supuestos guardianes de la sevillanía han convertido la expresión: "ha sido muy sevillano" en un auténtico sinónimo de que ese algo "ha sido un pestiñazo", es que hay algo aquí que no va. En realidad, como bien distingue nuestro Jean Christophe García-Baquero lo que quieren decir es otra cosa bien distinta. Ellos quieren decir: "Ha sido un pregón muy sevillanio" o "es un cartel muy sevillanio" o "ha sido un acto muy sevillanio". Porque lo sevillanio es lo contrario a lo sevillano, lo sevillanio es lo sevillano ya manido o desustanciado de tanto usarlo. Encima, ocurre que los defensores de estos modelos repetidos hasta el hartazgo, reaccionan ante cualquier posibilidad de crítica (porque la autocrítica aquí es un imposible) para protegerse a sí mismos y a sus amigos, y no dudan en escudarse en el corazón, la verdad, o la intención de los que perpetúan estas empalagosas sevillaniadas, como si esos autores tan sevillanios les sirviesen de verdaderos escudos humanos ante cualquier insinuación crítica: "no cabe duda que le ha salido del corazón", "lo ha hecho de corazón"  "no se le puede negar que ha puesto todo su corazón"... y así, una y otra vez, y siempre ocurre lo mismo.

De todas las logradas páginas de La madeja y el do me quedaría, sin duda, con la genialidad de esa ensoñación final, de ceremonial cefalomántico en las ruinas de la vieja Itálica donde se narra la visión de un apocalipsis de lo sevillanio (por el bien de la ciudad y el de sus habitantes). Señales premonitorias cargadas de significación que ocurrirán por los rincones más entrañables de nuestra urbe, y sucederán luego estos episodios como si de plagas bíblicas se tratase, hasta el propio despertar de nuestro Santo Patrón el Rey San Fernando que tanto había luchado por su amada ciudad. El Rey despierta y borra el NO del NO8DO y, enmendando el jeroglífico de su hijo, del "No me ha deja Do" resulta ahora el 8DO "me ha deja Do", porque no reconoce a su ciudad en decadencia. Ese apocalipsis tiene algo de mezcla de esperpento y greguería que me recuerda al Gómez de la Serna de El Secreto del Acueducto. Su autor hace alusión a su lectura de El capirote de Grosso que le sirve de estilo. Sus propios personajes leen el entrañable cinismo de Houellebecq. Alguna acertada crítica de La madeja invoca incluso el espíritu de Joyce. 

".... ningún sevillano saldrá a la calle en una semana. Permanecerán en sus casas, reflexionando sobre todas las plagas. Tomarán de nuevo conciencia de la palabra reflexionada, de la lectura, del recogimiento, de los vínculos personales sinceros. Algunos comprenderán el gesto de San Fernando. Comprenderán que algunos sevillanos habían abandonado su ciudad al ejercer de manera tan excesiva su condición de tales, viciando su verdadera naturaleza." 

Enhorabuena a Jean Christophe García Baquero Lavezzi por la originalidad de su libro y por la intención con la que fue escrito. Toda la problemática sobre la que trata está hoy más vigente que nunca; la ciudad presa de sí misma, sus instituciones de los poderes que las controlan y utilizan, sus gentes de sus instituciones y, cómo no, de sí mismas. Resulta muy curioso que el autor, desde la modernidad, recurre a la búsqueda de cierta esencia histórica para enmendar esta enquistada situación (el año cero de la Sevilla reconquistada), historia que el tradicionalismo más básico desconoce, usurpa y malinterpreta.
Por mi parte, intentaré aplicarme el cuento (aunque no sé si lograré cambiar a mejor... quizá sea demasiado tarde para mí...jajaja). 


La madeja y el do (Deculturas, 2009)Esta obra fue finalista del Premio Ateneo joven 2007, entiendo que después pasase casi inadvertida. Lo comprendo perfectamente. A nadie le gusta verse retratado, que diría mi abuela.  


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